Los libros son siempre como campos magnéticos
de cuya atracción no se puede huir.
Italo Calvino
(1923-1985)
Hace unos días fue el día del libro ¿Qué significa eso es un país de escasos lectores? No sé ¿Debería hacer una reflexión al respecto? Creo que todo lector debería tener, en principio, libertad para elegir sus lecturas. La libertad y la educación deben formar una sinergia. Una lectura para un niño debe ser una oportunidad y no una obligación y tampoco un castigo. Tuve mucha suerte en mis primeras lecturas. Ni bien aprendí a leer, mi querida profesora nos regaló los cuentos de Francisco Izquierdo Ríos (FIR). No les dije que tuve mucha suerte. Leí varios cuentos esos años en la escuela. En realidad todos los años había un material de lectura donde se podía leer los cuentos (adaptados) de FIR. Qué maravilla. Pero también leía tonterías que nunca me han gustado y han ocasionado mis primeras rebeldías. No me gustaba leer historias de guerras y héroes de la patria ¿Historia del Perú? Esa palabrita, patria, siempre lo considere como un medio de manipulación sutil. Yo me sentía, y me siento, como un ser humano viviendo en un planeta llamado Tierra. Eso era suficiente. Todas esas historias de guerras perdidas y héroes suicidas me parecían huevadas (incluso hasta ahora). Ni tampoco me gustaba leer los libritos del curso de educación religiosa. Esa educación sí era otra completa huevada. Ya lo saben: la iglesia católica siempre se pega como gonorrea al sistema educativo ¿Cuál será su interés educativo? Sí, inteligente lector, el interés es pura pendejada. Lo único que afectaba esas huevadas a mi educación era la calificación académica. Pero, honestamente, me llegaban al pincho esas notas en esas asignaturas. Por suerte en mi casa se hablaba de todas las religiones desde un punto de vista, digamos, antropológico-humorístico-teatral (mi padre actuó de Jesucristo en Semana Santa en la ciudad de Lamas). Además de niño me acuerdo que jugábamos a la crucifixión. Yo actuaba de soldado romano y otro niño era crucificado (amarrado). El juego se jugó por última vez cuando el niño que hacia de Jesucristo (creo que era Mauro) se cayó de la cruz casi de ñata. Por suerte resucitó al tercer minuto. También, en la biblioteca de la casa, podía leer libros relacionados al dios judeo-cristiano (tenía un libro titulado Historia de Jesús que me regaló una señora que vivía en la casa de los judíos) , algo sobre Gautama (el buda), Mahoma, Krishna, los raelianos (¿ Jesús es E.T.?) y escuchar historias sobre yacumanas, sirenas y shapshicos de los montaraces del pueblo. Como se pueden dar cuenta había mucha oferta. Eso era bueno. El universo era vasto. Y las cosmovisiones eran diversas. Creo que, desde entonces y en la mente de un niño, ya no me sentía un ser planetario sino, de alguna manera que me gustaría explicar en otra ocasión, me sentía un ser galáctico. Pucha, pero habíamos comenzando escribiendo sobre el día del libro. Voy hacer algo cursi. Escribiré sobre mis libros favoritos (en literatura). Aunque eso de libros favoritos no va conmigo, pero voy hacer la excepción por ser tiempos de cuarentena. Cada libro, en mi opinión, es como si fuera una mujer: una no es suficiente. Cada una tiene su sabor y su manera de atrapar y a veces de joder la mente. Lo último es bueno. Creo que a estas alturas las feministas de pura sepa me estarán mandando a la mierda. Mis antenas telepáticas están captando un montón de vete a la mierda Rensso. Ni modo. Qué le vamos hacer sino seguir escribiendo. Algunos de mis escasos lectores saben que mi libro favorito es El barón rampante de Italo Calvino. Fue tanto el impacto de esa obra de arte que empecé a estudiar italiano por el placer de leer el libro en su lenguaje original. Nadie entendía, en ese momento, porque gastaba mi dinero en aprender italiano. No me importaba. Son esos mismos idiotas que nunca comprarán un libro de poesía o no disfrutaran del vino mirando la luna en solitario y riéndose con el universo . Sigamos con esta vaina. Aún me queda la imagen de Cosimo desapareciendo en el horizonte colgado de una soga que pendía de un globo aerostático. Sí, son imágenes y no palabras. Así funciona conmigo. Para mí sigue vivo ese aventurero de los árboles. Pienso que en esta época google es saludable que todos seamos como Cosimo Piovasco di Rondò.
Así desapareció Cosimo, y ni siquiera nos dio la satisfacción de verlo volver a la tierra de muerto. En la tumba familiar hay una estela que lo recuerda con la Inscripción: "Cosimo Piovasco di Rondò - Vivió en los árboles - Amó siempre la tierra - Subió al cielo".
Hay un libro que parece un viaje ya vivido. Ese libro es Crónicas Marcianas de Ray Bradbury. Esta obra de arte me produjo sensaciones, digamos, místicas. La última afirmación no me permitirá escribir mucho. Te sugiero, escaso lector, tener tu propia experiencia con ese libro. También se sugiere disfrutar de otra obra del autor: Fahrenheit 451. Yo no diré más. Nada de fanfarronerías. Ahora, ocioso lector, te toca hacer tu parte.
Pero yo tenía mi pequeño refugio. Unos pocos ciudadanos conservamos nuestras bibliotecas hasta que llegaron ustedes, con antorchas e incineradores, y destrozaron y quemaron mis cincuenta mil libros.
Finalmente, y solo por esta ocasión de cuarentena, me gustaría añadir estas dos obras de precisión quirúrgica de Juan Rulfo: la novela Pedro Páramo y la colección de cuentos El llano en llamas. Después de leerlos se dará cuenta, quizás, que las pocas palabras y el silencio dicen más al corazón. Chao, ocioso lector. Deseo que tengas sexo en abundancia y que te corras de la gente cucufata como si fuera la mismísima peste negra o el covid-1984. Los lectores orwellianos sabrán entenderme.
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