martes, 14 de abril de 2020

CRÓNICAS DE CUARENTENA SIN CUARENTONAS 1



PROLEGÓMENO...CREO


El famoso libro de Walter Rudin, Análisis Real y Complejo, tiene un prólogo especial que habla de la función exponencial. Empieza así: Esta es la función más importante en matemática.  

Si todos, o la mayoría de los humanos, supiéramos algo de las propiedades de esta función o al menos estaríamos familiarizados con ella, quizás dejaríamos de hablar tanto en momentos de pandemia, quizás nos reiríamos de las estupideces que dicen los periodistas y los políticos,  o quizás pensaríamos más en el bien común. Pero no es el caso. La función exponencial, y su crecimiento exponencial, aún tiene algo de extraterrestre para muchos. En su lugar, una cosmovisión del tipo películas de semana santa ha gastado energía en sus redes neuronales.  La función  exponencial habla poco, pero es clara y breve. Hay que estar capacitado para esta conversación. 



DESNUDO AL ROJO VIVO-VIRTUAL


El virus solo puede ser visto con un microscopio electrónico. Ella puede ser vista de muchas maneras. Ella, por ejemplo, muestra sus pezones por wasap. Yo los miro y los dibujo. Ella manda sus fotos y vídeos al rojo vivo, quizás modigliánico. Son las cartas de amor de los tiempos google. Ya no más frases de la literatura ni nada de francés. Ahora es liberté, sexualité et égalité.  Ni jazz ni poesía de poetas pajeros ni tampoco musas recortadas. Nada de la Maga de Rayuela (ella está más que rayada) ni veinte poemas de amor...ni Florentino Ariza comiendo flores. Nada. Ella no es cojuda: sabe lo que quiere. Quiere un buen vino, desnudarse, bailar, gritar, sudar, destilar fluidos, decirme malas palabras que en realidad son buenas. Los algoritmos encargados de la seguridad informática garantiza nuestra privacidad, digamos, sexual. Estos algoritmos están en todas partes. He podido descifrar sus mensajes-vídeos-imágenes. No es muy complejo: ella está cachonda.  La pintura no garantiza nada. Hay una alta incertidumbre. Por eso me encanta. La pintura es enemiga de la mecanicidad.  No hay expectativas en mis pinceles  ni en mis acrílicos ni en el lienzo. No sé lo qué va a ocurrir. La pintura es, en esencia, una tecnología religiosa. Ya saben, el que tenga oídos que escuche. Yo pinto sus pezones, sus ojos, su ombligo y también su vagina.  Pinto su alegría, su locura, su aroma y sus misterios. Pinto también serpientes. Al final todas esas imágenes toman cierta abstracción en mi lienzo. Se produce, pues, cierta alquimia. Sí, necesito una buena botella de vino tinto también. Muchas de las mascarillas que usa la gran mayoría de las personas no sirve para nada. Igual que las gaseosas que compran la gente para alimentarse en los supermercados como también muchos cursos universitarios inútiles. Solo el modelo N-95 es el más recomendable. Quizás también los paraísos artificiales. Estamos jugando una especie de juego mortal que bien puede ser llamado la ruleta rusa biológica. La literatura fantástica y apocalíptica se quedó corta. La realidad supera a la ficción. Qué pendeja. Mis amigos escritores han perdido el tiempo. Necesitan más vivencias y sexo. Esta es su oportunidad. Los modelos matemáticos, las herramientas estadísticas y computacionales nos han mostrado aproximaciones o visiones de caídas en picada a la realidad.  El distanciamiento social me encanta. Ahora no tiene sentido que mis amigos digan que soy un antisocial. Hay un agradable silencio fantasmal en la ciudad. Y no es porque ha perdido la selección peruana de fútbol ni tu equipo de fútbol favorito: es la pandemia. Tampoco jodan a los murciélagos. Ellos son los verdaderos caballeros de la noche.



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