La primera vez que ví a Gonzalo Del Rosario fue por culpa de Jonh Steinbeck. Me explico. Yo tenía clases de francés en la Alianza francesa de Trujillo. Gonzalo estaba sentado en una banca leyendo un libro de Steinbeck. Él esperaba leyendo, creo, a que su enamorada salga de clase. Estaba templado el hombre. Yo, en cambio, esperaba que empiece mi clase. Y ocurrió lo que quería que ocurra. Empece una conversación con él. Había leído algo de Steinbeck (La Perla). Era la oportunidad de hablar algo de eso llamado literatura. No es fácil encontrar a un lector singular hoy en día. Es difícil encontrar hermanos de sangre en la cultural ciudad de Trujillo donde abundan los abogados, politiqueros y la carne de cañon. Sí, claro, también abundan esas cosas llamadas estudiantes universitarios que sólo leen sus fotocopias e invaden, como idiotas, las bibliotecas universitarias en la semana de exámenes. Son tipos de mucho ruido y pocas nueces. Pero esos seres no me sirven para nada. Sigo. Y, como suele ocurrir, la ligera tertulia empezó con muchos ánimos y terminó con los mismos ánimos. Hablamos mucho, sobre todo de los cuentos que escribe y también sobre Steinbeck, Joyce, Ray Bradbury, Italo Calvino, barones rampantes y lobos esteparios, etc.
Conversar sobre literatura es, para mí, una cosa donde experimento, digamos, la contracción del tiempo: las horas se pasan volando y uno se queda realmente enchufado al asunto. ¿Teoría de la Relatividad? Al final llegué tarde a la clase de francés o me olvide de ella. Excuse-moi mademoiselle, autre fois la littérature, dije con acento afrancesado(risas).
Tiempo después me llegó a mis manos(de manos del propio autor, por supuesto) su libro de relatos, CUENTOS PA'KEMARSE (sí, así se escribe), editado por OREM (primera edición, 2008, un lindo proyecto editorial heroico del joven poeta-editor Oscar Ramirez), que tenía un dibujito simpático en su portada que estaba relacionado con el genial escritor Lewis Carrol: un gusanito que se estaba quemando sobre un honguito mientras Alicia, quizás quemada o en bajada, le miraba con ojos curiosos, dilatados, sospechosos, quizás en el estado cuántico de stone. Aunque yo ya había leído algunos de sus relatos en su blog, encontré otros relatos verdaderamente novedosos(para esta aburrida ciudad y sus escribidores).
Tengo que decir que no soy crítico. Hay mucho que leer y uno no se puede pasar la vida de ocioso a full-time. No es mi oficio. Ni cagando. Soy, simplemente, un lector compulsivo, y eso es un vicio chévere, bacan, de la ptm. No quiero hacer el papel de crítico. Sólo soy un devoto lector y punto final. Ya no lo repetiré más el asunto fucking lector.
Los cuentos del (camarada) Gonzalo me agradaron o, si se quiere, me kemo. Tienen un aire renovador y se escapan de la moda decadente actual trujillana (huevaditas a full-time, no sé qué quiere decir, pero suena bacán). Siempre se lo dije. También le dije que me joden los poseros lectores de Trujillo como sus emo(lientes) de n-ésima categoría(con n que tiende al infinito), sus (ajies) punk (quita) y, además le dije, que la sociedad trujillana me parecía bastante cucufata (ya no me parece, ahora estoy seguro). Y todo ese rollo de chicos que quieren ser artista por pura pose pero no leen de mierda y, en esencia, no les interesa el arte sino una especie de las búsqueda de la fama. Bueno, dejemos el asunto de emos y punks. En realidad esos seres me tiene sin cuidado.
El libro de Gonzalo que, hay que decirlo, ahora es uno de mis mejores amigos (él y su libro), aunque también ahora lo veo muy poco por tener, digamos, costumbres esteparinas, está conformado por nueve relatos( Sentado, Dimensión, Cristal, Banco, La cabaña, Taxi, Súcubo, La muralla del edén, La isla). Los cuentos están ambientados, por lo general, en la ciudad de Trujillo o, al menos, eso parece indicar. Los relatos sí son, verdaderamente, pa'kemarse. Hay que entender ese asunto incendiario con las tripas. El título del libro ya hace sospechar algo, un cambio. Hasta antes, que yo sepa, sólo he leído de los pocos, muy escasos, cuentistas trujillanos, sólo típicas historias que tiene como bandera cierto aire recurrente, cierta rutina y miedo en salir de la disciplina de la palabra para meter su cabeza en terrenos desconocidos; y estos seres temerosos tienen cierto temor de aplastar, oler, mezclar, vomitar, quemar y hasta digerir la plastilina literaria(yo me entiendo); son algo rígidos, exquisitos por nada, paralelepípedos o, como se proclaman, de puntos y comas y, cosa muy atrevida, dicen leer a Borges, pero en realidad sólo lo utilizan como fachada. Qué mal, la pose no puede reemplazar, de ningún modo, al talento. Además, en el fondo, temen, no sé por qué, el asunto ese de-qué-va-a-decir-los-críticos-periodistas de Trujillo que para mí me parecen tremendos soboncitos-encargaditos-ninguneadores-impotentes. En fin, esos críticos me parecen seres graciocitos que ojean los periódicos de otras partes del globo para seguir con la moda o, dizque, las tendencias literarias rentables y comerciales. Sobre los poetas(decimos poetas sólo porque tenemos que ponerle algún nombre) ya hay demasiados esperando algún concurso, siguiendo pedazos de versos ajenos(Eielson, Westphalen, Blanca Valera, etc...-hasta la poesía es víctima del centralismo-) para caer bien a los jurados, combinando versitos y buscando algún link-verso con algún poemita limeñito.
Bueno, sigamos con Gonza. Los cuentos están escritos para quemar la realidad. Hay un nonsense exquisito que es manejado por manos de escritor-cirujano con detalle y, acaso, en estado de escritor quemado que suda tinta y humo. Yo sé lo qué es eso. Pero, ojo, los relatos tienen una sublime conexión que el lector, atento, notará. Los relatos me hicieron recordar la vida universitaria, las calles trujillanas, los dolorosos paseos en micro y algo, metafóricamente hablando, de la historia de Trujillo(la matanza de Trujillo, véase el relato La muralla del edén ).También hay que decir, para el lector-melómano (seres en peligro de extinción), que la música es un tema que no escapa de las manos del autor, pues Gonza es melómano confeso y, de alguna manera, hay cierta armonía musical en su prosa (él me entiende). Hay que decir que Gonza también es un lector a full-time y fue él, afortunadamente, quien me presentó al escritor latinoamericano Roberto Bolaño. Bueno, me presentó los libros del escritor que, hasta ahora, ya he leído tres títulos(Estrella Distante, Entre Paréntesis y Los Detectives Salvajes). También Gonza es un ser con ciertas etapas de caos. Lo cual es natural, siempre y cuando uno trata, en lo posible, de controlarlo. Pero, yo creo, mientras la cuenta regresiva del regreso de su musa, Nata, a quien dedicó su primer libro, termine, todo quedará OK y la angustia acabará (ese asunto sólo Gonza y yo lo entendemos, como los vuelos por el paseo de las letras con Césitar Gutiérrez y Vallejo como testigo, y las tertulias literarias en un bar de la calle Pizarro que no me acuerdo el nombre pero que estuvo, aerodinámicamente hablando, bien bacán).
De todos los cuentos singulares, me quedo con TAXI. Confieso que sentí cierto estremecimiento por la lectura del cuento. Es como si el verbo se materializó. Sacar los ojos con una navaja para pagarle a un taxista por una carrera y, además, mostrar tal acto como un hecho natural, es una cosa que me kemo. La forma cómo lo describe me pareció de la putamadre(espero que con eso se entienda que quiero decir que está bacan). Me recordó la misma sensación de cuando leí el Gato Negro de Poe(a propósito, me gustan los Poe-mas de Poe). Además el lenguaje que usa el personaje refleja que Gonza es un buen observador-escuchador de los personajes reales (que uno puede encontrar en las calles o las universidades) para emplearlos, después de estirar la plastilina literaria,en sus relatos. Aún me queda la imagen macabra de la chica sin ojos en su habitación que me recuerda, a veces, mi crónica y saludable soledad. Saludos Gonza.
P.D. Gonza, todavía no tengo celular. Nunca lo he tenido. Creo, como Charly García, que los celulares son las armas de los traidores. Ah, de ninguna manera me gusta Shakira. Bromeo mucho a full-time(risas).