NO VOY A ESCRIBIR sobre literatura en sí; no sé lo qué es y, tampoco, me interesa saberlo. Tal asunto bizantino, o no, creo que debe dejarse en manos de los llamados 'críticos literarios' que, en estos tiempos, me parecen a una clase de comercial de televisión que trata, ridiculamente, de convencer a un mercado literario cada vez más monse.
La crítica a devenido a ser una especia de soboneria pro-mercantilista y hasta un agujero negro donde se depositan odios y envidias personales que el pobre, incauto y escaso lector tiene que soportar y, quizás, absorver. No me interesa lo que diga el crítico; pues, y esto es una razón fundamental, mi tiempo es demasiado valioso para convertirme en un admirador de 'a oídas', ya que mi naturaleza siempre busca la 'cosa en sí' de algún nuevo fenómeno literario que, por estos tiempos, escasean. Me explico, querido lector: otra cosa es hablar de la guerra y otra, muy distinta, es estar en la guerra; otra cosa es cacarear y otra, muy diferente, poner los huevos...
No quiero decir, sin embargo, que la naturaleza de la literatura es algo banal. Yo me dirijo, digamos, al lado oscuro de la luna que, a su manera, tiene una luz. En fin, la literatur es algo que me apasiona, algo que lo vivo intensamente...es rico. Además, creo firmemente en el poder transformador de la literatura ya sea a una estado 'sano de locura' o a la locura misma, es el delicioso costo que hay que pagar por tanto placer.
Esto puede parecer muy idealista, pero debo confesarlo: he llegado a un punto de no poder vivir sin la literatura, en el sentido que muchos personajes literarios y muchas historias han entrado a mi vida como familiares y hechos importantes en mi memoria de una realidad a su manera. Puedo decir, que me he formado una cierta cosmovisión que tiene vida propia. Todo esto ha ocasionado, y me alegro por eso, que ame con todas mis fuerzas el mundo literario y, cosa que no lo lamento, deteste el mundo real. Quizás, el mundo paralelo más cercano al mundo literario sea el maravillosos mundo de las matemáticas. Un objeto matemático, como un personaje literario tiene, para mí, vida propia y trato de una manera, que no sé y tampoco me gustaría explicar, tener cierta comunicación con ellos. Ellos vienen en su universo, y si nosotros, los humanos, no existieramos, los objetos matemáticos seguirían existiendo. Sí, no te hagas problema, juicioso lector, soy un platónico. Quisiera pensar también que los personajes y mundos literarios tienen su propio universo paralelo. Aunque son creaciones del espíritu humano, confieso que, en algún lugar, se han emancipado de los humanos y gobiernan su propia galaxia.