domingo, 19 de abril de 2020

CRÓNICAS DE CUARENTENA SIN CUARENTONAS 5





Después de todos estos años en este planeta me queda claro que me gusta la soledad. Esta afirmación no es de ningún modo un estoicismo temporal. No. Cuando escribo que me gusta quiero decir que es una afirmación que tiene una base en la experiencia y no es producto de un contexto, una situación inducida o un asunto intelectual. Nada de eso.  La soledad tiene la misma potencia espiritual que un chiste, pero la sensación es más duradera. El chiste será el evangelio del futuro. Qué puede ser más espiritual que el chiste y la risa.  La soledad deber ser vivificada y no verbalizada. No se puede aprender a bailar ni a besar con los libros o escuchando a otros. Imposible. Necesitas tu propia experiencia. Tienes que bailar. Tienes que besar. Hacer el trabajo interior. Re-re-re-descubrir la armonía las veces que sea necesario. Eliminar el tiempo. Limpiar el polvo del espejoEstar justo en el punto medio. Cualquier instrumento puede ser útil. Tendrás que descubrirlo. Puedes correr, caminar, pintar, bailar, cocinar, experimentar lo absurdo o lo misterioso, etc.  La soledad llega a ser un estado agradable a su manera. También existe un proceso y cierta madurez para apreciarla. No hace falta observar sino observarse y eso es, cualitativamente, muy diferente. Estas palabras son, en esencia, inútiles y por eso es que son útiles. La soledad es una gran oportunidad. Estrictamente hablando nunca estoy solo. Nunca estamos solos. Lo último puede ser  más explicado. Pero creo que toda explicación, en este caso, solo será pura tontería y también pura vanidad. En la soledad se abren puertas a universos interiores. Es un inicio para experimentar. Experimentar, por ejemplo: el silencio y los chistes. No creas en las palabras. Experimenta.


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