El año pasado del año pasado del año pasado, por el mes de noviembre, cuando te conocí en las clases de francés, tuve bastante OCIO— lujo escaso en estos tiempos modernos—para leer y escribir lo-que-me-da-la-regalada-gana y olvidarme de los amores pretéritos jamás olvidados. En realidad, por esos tiempos, la universidad (UNT), comme d’habitude, estaba en huelga indefinida otra vez y yo, (in)felizmente, tenía todo el OCIO INDEFINIDO del mundo para hacer lo-que-se-me-da-la-regalada-gana. Todo era chévere por esos tiempos-de-lecturas-ocio donde había leído más libros de lo acostumbrado: The Moment of Creation de James S. Trefil, I WANT TO BE A MATHEMATICIAN de Paul R. Halmos, The Martian Chronicles y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, Eugenia Grandet de Honore de Balzac, A Clockwork Orange de Anthony Burgess, The Two Mrs. Grenville de Dominick Dumme, Teoría General de los Sistemas de Ludwig von Bertalanffy, Rashomon de Ryunosuke Akutagawa, Somebody’s Done for de David Goodis, Breakfast at Tiffany’s de Truman Capote, A Modern Utopia de H. G. Wells, Los siete locos y Los lanzallamas de Roberto Arlt, The Kon-Tiki Expedition de Thor Heyerdahl, Gödel, Escher, Bach: An Eternal Golden Braid de Douglas R. Hofstadter, El Golem de Gustav Meyrink, American Psycho de Bret Easton Ellis, The Nature of the Universe de Fred Hoyle y otros más. También, digamos, estudié alguito: los-libros-de-mis-cursos-auto-didác-ticos-bien-ché-veres-sin-costo-alguno-y-súper-libres-y-por-la-rega-lada-gana-y-por-el-amor-a-la-bella-matemática-y-sin-profesores-aburridos-corruptos: Number Theory in Science and Communication (Manfred R. Schroeder) y The Little Book of Bigger Primes (Paulo Ribenboim). Natalia, espero no aburrirte con mis asuntos. Ya me estoy saliendo del tema-love. Pero es que a veces soy muy volado y estoy, como se dice, en otro planeta. Me olvido de las cosas más elementales por estar pensando en cosas no muy elementales. Sí, tienes razón, eso de que soy distraído de nacimiento no me lo quita nadie. A veces cruzo una avenida como si estaría en un desierto y si no me ha atropellado algún auto o camión, es porque tengo algo de suerte o las probabilidades están de mi parte. Lo vez, estoy loco. La vez pasada estuve hablando en francés en las clases de inglés y en otra ocasión estuve hablando en inglés en las clases de francés. Putamare. Y otras veces en francés-inglés-español en las clases de francés. Putamare. Una vez dije el nombre de otra chica, Melissa, cuando estuve haciendo sexo con mi chica alguna vez—ahora es mi ex chica y no me quiere verme ni en pintura—aprovechando que mis suegros potenciales se habían ido de viaje. No sabes, Natalia, todo el lío que se armo: ella—la ex— sacrificó mi camisa nueva John Holden y mi jeans Levi Strauss bamba lo botó por la ventana y terminó en una calle de la urbanización Primavera cuyo nombre no me acuerdo pero si estoy seguro que tiene nombre de un músico famoso. Terminé, Natalia, casi calato en la calle, sin mencionar el número indeterminado de tremendas cachetadas que me obsequió la susodicha. Como vez, pequeña, una sola palabra puede ser peligrosa: Melissa. Una sola palabra abre la puerta de otra dimensión, duele.
¿Qué dices querida Natalia? ¿Qué soy un desgraciado y despistado total?
Quizás sí, pero hay una posible explicación que puede, creo, ser razonable: el estilo de como la ex se quejaba, mientras teníamos sexo, se parecía mucho al estilo de Melissa.
¿Qué dices querida Natalia? ¿Qué soy un perro distraído en todo?
Es cierto, me da igual si es de día o es de noche, o si los horarios de las clases, en la UNT, estarán de acuerdo con mi preciado OCIO, el mismo OCIO que aprovecho para escribir, leer o leer-escribir o escribirleer—que no es lo mismo—y asistir a las inútiles tertulias con los amigos de la cofradía de lectores compulsivos. Sí, es cierto, no he asistido a clase muchas veces, Natalia. Pero debes comprenderme, a veces uno tiene en manos un libro exótico y pasa una velada agradable disfrutando de la lectura y te olvidas de todo, inclusive de la Universidad y sus ratas académicas de saco y corbata, y lo que quieres es seguir saboreando el libro, sumergirte. Hay que entender BIEN eso de saboreando el libro sin pensar en comida. Además, pequeña, pierdo mi tiempo escuchando a los cat(r)edráticos que no les gusta—o no pueden—SABOREAR. Se preocupan por engrosar su CV pero no su cabeza. Se enorgullecen que sus estudiantes tengan bajas notas para que uno se piense, dizque, que su curso es difícil. Comprenden—casi nunca—y digieren—lo vomitan— en años los problemas tipo de sus asignaturas y proponen esos mismos problemas en los exámenes para que el estudiante lo resuelva en minutos. Son expertos en la investigación de buscar problemas tipo. Les gusta hablar de la metodología de la investigación científica y todo se escucha bien bonito, sin embargo, es fácil hablar de la guerra pero otra cosa es estar en la guerra. Sí, ese asunto. No tienen facultades buceadoras. No saben aprender-desaprender-aprender-desaprender-aprender… (des)aprender. Esquivan los huesos duros de roer de algún tema. Se aprenden esquemas de silogismos, trozos de pensamientos ajeno-difusos y algoritmos salvavidas de memoria. Nunca intentan pararse sobre sus propios pies—les produce nausea—. Ya no leen. Tienen miedo de cometer errores (error + error + error +…+ error = éxito) y, en su reemplazo, escogen la charlatanería. Se preocupan más por formar sus grupos políticos—son unas verdaderas mierdas de la política a escala “U”— que en formar verdaderos pensadores. Sólo ven una manchita en la hoja, nunca la hoja ni la rama ni el árbol ni el bosque ni mucho menos la selva. Tienen la mala costumbre de convertir lo bello en horrible. Enseñar, creer, dar examen; eso es todo. Hay, también, una cierta arrogancia y esnobismo de decir—o escribir— frases como es fácil de ver, después de cálculos rutinarios, es trivial, etc. Pero todas esas cosas, evidentemente, se ven fácilmente después de años de pensamientos y luego de llenar hojas de formulas para entender algún asunto tedioso. Las cosas, obviamente, nos parecen rutina después de mucho tiempo y luego de haber digerido con cierta dificultad algún objeto. Los problemas nos parecen intuitivamente más obvios después de décadas. De modo que esconder, premeditadamente, algún asunto detrás de una cosa y exhibir un discurso arrogante, no muestra más que una decadente enseñanza y una total mediocridad.
Termino todo esto, Natalia, para reponerme de todo ese aire enrarecido, decadente, de la “U”, citando una frase del matemático G.H. Hardy:
BEAUTY IS THE FIRST TEST: THERE IS NO PERMANENT PLACE IN THE WORLD FOR UGLY MATHEMATICS.
¿Qué dices Natalia? ¿Qué no respeto a mis profesores? ¿Qué falto a la envestidura de los honorables decanos e ilustres rectores? Merde, merde et plus merde. No vale la pena recordar cosas que se pudren. Te puede decir que la “U” es como la guerra de las galaxias: hay los malos y los buenos—el lado oscuro—. Aunque, con frecuencia, los buenos se pasan al lado oscuro por ciertos intereses—generalmente el dinero— y se convierten en seres abominables y monstruosos: estudiantes y profesores que se venden por monedas. Se llega al estado de nadie sabe para quien trabaja. Y lo peor de todo que estos seres sienten cierto orgullo nauseabundo de pertenecer al grupo, nada anónimo, de los famosos y flamantes corruptos. Así tenemos, pues, toda una lucrativa confraternidad con su propia cultura— de la corrupción— y sus normas decadentes y putrefactas de conducta. Generalmente, desde la óptica de un individuo que no pertenece a la comunidad universitaria, se cree que el rector, los vice- rectores, los decanos, el consejo universitario, el tribunal de honor y los jefes de los departamentos académicos y catedráticos están rodeados de cierta aura académica-intelectual-prístina. Tremenda mentira. Por lo general llegan a esos puestos los más pendejos, los que han conversado y negociado bien, los que más sobornaron y tranzaron, adecuadamente, como repartir la torta llamada “U” para que todos estén felices. Hay, querida Natalia, toda una historia undergroud. Así que todos esos discursitos bien adornaditos de lindas palabritas, esas ceremonias donde lucen sus rostros hieráticos o afilosofados, esas medallitas brillantes y bonitas que les gusta lucir, esas reuniones solemnes del consejo universitario, esa mano en el pechito mientras cantan el himno nacional, los nombramientos-arreglos de doctor in horror y causa, las protestitas-teatrales con muchos estudiantes que no saben—o lo saben— que son carne de cañón o tontos útiles, no son más que el oropel dorado o el bonito papel de regalo para envolver la mierda Sí, claro, puede ocurrir que alguien o un grupo proteste. Pero, por lo general, no protestan para denunciar actos de corrupción—aunque lo parezca—, sino, en esencia, protesta porque no le dieron la tajada de la torta, es decir, no forman parte del mundo feliz o, en palabras de ellos, les sacaron del círculo político, más exactamente, ya no recibirán plata. Así que, señores corruptos, NO SE HAGAN LOS LOCOS. Si algo de esto, Natalia, te parece similar a la clase política actual, no es pura casualidad.
¿Qué dices querida Natalia? ¿Qué soy un desgraciado y despistado total?
Quizás sí, pero hay una posible explicación que puede, creo, ser razonable: el estilo de como la ex se quejaba, mientras teníamos sexo, se parecía mucho al estilo de Melissa.
¿Qué dices querida Natalia? ¿Qué soy un perro distraído en todo?
Es cierto, me da igual si es de día o es de noche, o si los horarios de las clases, en la UNT, estarán de acuerdo con mi preciado OCIO, el mismo OCIO que aprovecho para escribir, leer o leer-escribir o escribirleer—que no es lo mismo—y asistir a las inútiles tertulias con los amigos de la cofradía de lectores compulsivos. Sí, es cierto, no he asistido a clase muchas veces, Natalia. Pero debes comprenderme, a veces uno tiene en manos un libro exótico y pasa una velada agradable disfrutando de la lectura y te olvidas de todo, inclusive de la Universidad y sus ratas académicas de saco y corbata, y lo que quieres es seguir saboreando el libro, sumergirte. Hay que entender BIEN eso de saboreando el libro sin pensar en comida. Además, pequeña, pierdo mi tiempo escuchando a los cat(r)edráticos que no les gusta—o no pueden—SABOREAR. Se preocupan por engrosar su CV pero no su cabeza. Se enorgullecen que sus estudiantes tengan bajas notas para que uno se piense, dizque, que su curso es difícil. Comprenden—casi nunca—y digieren—lo vomitan— en años los problemas tipo de sus asignaturas y proponen esos mismos problemas en los exámenes para que el estudiante lo resuelva en minutos. Son expertos en la investigación de buscar problemas tipo. Les gusta hablar de la metodología de la investigación científica y todo se escucha bien bonito, sin embargo, es fácil hablar de la guerra pero otra cosa es estar en la guerra. Sí, ese asunto. No tienen facultades buceadoras. No saben aprender-desaprender-aprender-desaprender-aprender… (des)aprender. Esquivan los huesos duros de roer de algún tema. Se aprenden esquemas de silogismos, trozos de pensamientos ajeno-difusos y algoritmos salvavidas de memoria. Nunca intentan pararse sobre sus propios pies—les produce nausea—. Ya no leen. Tienen miedo de cometer errores (error + error + error +…+ error = éxito) y, en su reemplazo, escogen la charlatanería. Se preocupan más por formar sus grupos políticos—son unas verdaderas mierdas de la política a escala “U”— que en formar verdaderos pensadores. Sólo ven una manchita en la hoja, nunca la hoja ni la rama ni el árbol ni el bosque ni mucho menos la selva. Tienen la mala costumbre de convertir lo bello en horrible. Enseñar, creer, dar examen; eso es todo. Hay, también, una cierta arrogancia y esnobismo de decir—o escribir— frases como es fácil de ver, después de cálculos rutinarios, es trivial, etc. Pero todas esas cosas, evidentemente, se ven fácilmente después de años de pensamientos y luego de llenar hojas de formulas para entender algún asunto tedioso. Las cosas, obviamente, nos parecen rutina después de mucho tiempo y luego de haber digerido con cierta dificultad algún objeto. Los problemas nos parecen intuitivamente más obvios después de décadas. De modo que esconder, premeditadamente, algún asunto detrás de una cosa y exhibir un discurso arrogante, no muestra más que una decadente enseñanza y una total mediocridad.
Termino todo esto, Natalia, para reponerme de todo ese aire enrarecido, decadente, de la “U”, citando una frase del matemático G.H. Hardy:
BEAUTY IS THE FIRST TEST: THERE IS NO PERMANENT PLACE IN THE WORLD FOR UGLY MATHEMATICS.
¿Qué dices Natalia? ¿Qué no respeto a mis profesores? ¿Qué falto a la envestidura de los honorables decanos e ilustres rectores? Merde, merde et plus merde. No vale la pena recordar cosas que se pudren. Te puede decir que la “U” es como la guerra de las galaxias: hay los malos y los buenos—el lado oscuro—. Aunque, con frecuencia, los buenos se pasan al lado oscuro por ciertos intereses—generalmente el dinero— y se convierten en seres abominables y monstruosos: estudiantes y profesores que se venden por monedas. Se llega al estado de nadie sabe para quien trabaja. Y lo peor de todo que estos seres sienten cierto orgullo nauseabundo de pertenecer al grupo, nada anónimo, de los famosos y flamantes corruptos. Así tenemos, pues, toda una lucrativa confraternidad con su propia cultura— de la corrupción— y sus normas decadentes y putrefactas de conducta. Generalmente, desde la óptica de un individuo que no pertenece a la comunidad universitaria, se cree que el rector, los vice- rectores, los decanos, el consejo universitario, el tribunal de honor y los jefes de los departamentos académicos y catedráticos están rodeados de cierta aura académica-intelectual-prístina. Tremenda mentira. Por lo general llegan a esos puestos los más pendejos, los que han conversado y negociado bien, los que más sobornaron y tranzaron, adecuadamente, como repartir la torta llamada “U” para que todos estén felices. Hay, querida Natalia, toda una historia undergroud. Así que todos esos discursitos bien adornaditos de lindas palabritas, esas ceremonias donde lucen sus rostros hieráticos o afilosofados, esas medallitas brillantes y bonitas que les gusta lucir, esas reuniones solemnes del consejo universitario, esa mano en el pechito mientras cantan el himno nacional, los nombramientos-arreglos de doctor in horror y causa, las protestitas-teatrales con muchos estudiantes que no saben—o lo saben— que son carne de cañón o tontos útiles, no son más que el oropel dorado o el bonito papel de regalo para envolver la mierda Sí, claro, puede ocurrir que alguien o un grupo proteste. Pero, por lo general, no protestan para denunciar actos de corrupción—aunque lo parezca—, sino, en esencia, protesta porque no le dieron la tajada de la torta, es decir, no forman parte del mundo feliz o, en palabras de ellos, les sacaron del círculo político, más exactamente, ya no recibirán plata. Así que, señores corruptos, NO SE HAGAN LOS LOCOS. Si algo de esto, Natalia, te parece similar a la clase política actual, no es pura casualidad.
(Parte del relato ''Gente extraña'')
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