domingo, 29 de octubre de 2017

APUNTES DEL OBSERVADOR QUE ES EL OBSERVADO


Intento cada día observarme y conocerme más. Cada momento es una oportunidad de oro. Digo que intento porque con frecuencia no he mantenido la continuidad en este proceso de regreso a la casa interior. En el camino me he encontrado con cierta ausencia de disciplina como también de muchas distracciones. El camino es una línea angosta sobre una barranco infinito. El malabarista tiene una oportunidad sobre el vacío infinito. Esa es su miseria pero también su grandeza. Esto es una de las más grandes batallas del ser humano.  

La libertad de hacer es la más grande declaración de independencia. Darse cuenta de que uno no puede hacer es un buen inicio. Lo sé. Pero al decir lo sé no estoy diciendo nada. Sólo estoy afirmando mi experiencia pero, además, mi total ignorancia. Lo sé de algún modo, sólo es eso. No hay nada que pueda compartir. No hay nada que decir también. Estoy, por así decirlo, fuera de mi centro: un excéntrico

Las palabras han llegado a ser inútiles y me sostengo, a duras penas, de eso que llaman poesía. Y es la poesía también la que me ha salvado de cierto extravío y del vacío infinito. Lo extraño de todo esto es que la poesía me ha salvado del extravío y del vacío infinito llevando a esos mundos.  

Me he exiliado a voluntad en la profunda soledad del ser. En términos visuales o prácticos diría que soy un perfecto anti-social.  No me siento, de ningún modo, afectado en decir eso. En realidad me siento aliviado en reconocer eso en toda su amplitud. El estado natural de mi soledad ocurre incluso cuando estoy muy cerca de otros individuos o colectividades. Trato de vivir en el mundo sin estar en el mundo. Sin seguir ninguna corriente o dejarme llevar por ella. En realidad nunca me han gustado las colectividades y, digamos, el pensa-miento en masa. 

Puedo ver a través de las personas. Es decir, a través de esas mascaras que se han construido con el tiempo. Toda esa acumulación de disfraces que lo ha obtenido gratis de la sociedad y de sus demonios internos. Trato ahora, en lo posible, de no involucrarme. Los ojos son, sin duda, las ventanas del alma. Aunque los veo más con una especie de  dispensadores de energía que transportan información. 


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