sábado, 16 de enero de 2010

SE ME PARA. SORRY, LADIES.


Creo que es el verano o este invierno-verano, o es que soy muy calenturiento, que hace que se me pare en momentos realmente inoportunos. Por ejemplo, se me para mientras hago la cola en el banco o cuando entro a una tienda de ropa. Se me para mientras converso con la señorita de la panadería o cuando estoy en el chat. Se me para en la iglesia, en plena misa...hay paradas en la vida, tan firmes...yo no sé. Se me para en las conferencias de matemática. Se me para en la calle o cuando leo un libro erótico; bueno, lo último se comprende. Se me para, a menudo, sin motivo alguno, eso si que es extraño como el triángulo de las Bermudas o la muerte de J. F. Kennedy. Cuando al fulano se le da la regalada gana de pararse, se siente un ligero movimiento mecánico, cierta tensión y fricción repentina, además del calor local entre las piernas y cierta presión hidráulica. Se para pues, y no respeta a nadie, ni siquiera a las señoritas o cucufatas, beatas o samaritanas. Simplemente se para. Es un rebelde con causa o sin ella que pare-ce decir: simpre de pie, nunca de rodillas. Si los huelguistas fueran como mi fulano que se para y punto, creo que el gobierno las tendría difícil, pues no sede ante ruegos, es inexorable. Parece, también, que mis deseos le importa un pedo. Es como si fuera un ser independiente a mí, como un alien en forma de pene(bueno, es mi pene), él hace lo que el da la regalada gana; quiera o no quiera, le importa un pepino si me hace pasar un mal momento o un roche de esos que no se olvidan, él se para simplemente. Ni siquiera es un lapsus, se toma el tiempo que quiere como si fuera un burócrata. Caballero nomás. Las cosas son así. No depende de mí, al menos esto. Habrá que acostumbrarse. Es un perfecto terco y me para haciendo roche. Espero que sea así también cuando sea un anciano. Sino vean lo que le pasó al personaje del cuento del orejón Alfredo Bryce, Peruavian Apolo. Eso es todo. Sorry, ladies. No puedo hacer nada. Nada.

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