miércoles, 1 de julio de 2009

PELIROJA






Mi situación es grave, gravísima.

Estoy en tu habitación que ahora parece decirme con una sonrisa irónica: Ya te jodiste Jim.

La hora llegó. Ya nada puedo hacer. Nada. El principio del fin está cerca. Estoy jodido y ni cagando me salvo de esta. Ya no tengo expectativa. Promuevo el desapego. No-mente. No hay resistencia. Hay aceptación. No hay identificación con lo querido. Fluyo. Sí,  estoy hablando huevadas.

Te miro mi amor. Te miro en silencio. Sólo en silencio.

El espectáculo llegó: nosotros dos calatos. La trama: el pez por la boca muere. El personaje principal: un perfecto idiota. Todo esta consumado y, ante mis ojos, todo se va desarrollando sin pausa ni lamento ni lo siento mi amor ni perdóname cariño. Todo. Nuestro espacio, que no se debe llamar rinconcito de amor para no pecar de huachafo, adquiere de pronto una expresión hostil. Y, poco a poco, se va configurando el escenario bélico. Ya no queda nada del lugar dulce y agradable, donde nos devorábamos a besosNo hay juegos sexuales; ni locuras creativas; ni tu frase determinante, jamás ignorada, firme, exigente, autoritaria: ¡quiero más! 

Ya no puedo oler tus feromonas. Tu habitación ya no huele a sexo. Hay algo sulfuroso. Hay una aura de hiel. El vino ya no es el vino; es una cosa sangrienta, macabra. Las rosas ya no son rosas; es carne hirsuta y pestilente. Las rosas han perdido toda su fragancia. Tu cama, con sábanas rojas de seda y detalles exóticos, ahora es un lago de lava donde perecen mis espermatozoides. Mientras tanto, a lo lejos, en el horizonte, puedo divisar al Enola Gay—que no tiene nada de gay—llevando en su estómago un vomito moderno: un little baby. Espero tu primera bomba atómica elaborado con la receta secreta de los alquimistas modernos. Espero los millones de soles incandescentes destruirlo todo en segundos. Espero como Pené-lope; pero no tanto. No espero nada mi amor.

Y te miro en completo silencio. Estoy en calma mientras observo el caos. Chuang-Tzu. Lao-Tse. Zazen. Taza de té. Soy testigo. Espero todas tus bombas de racimo caer sobre mí. Es como esa noche en Irak que más parecía día de tantas bombas estallando una tras otra. Soporto tu ataque aéreo. Soy un niño despreocupado paseando y jugando en la Franja de Gaza. No entiendo tus banderas.  A la mierda esas huevadas. Me cae una lluvia de bombas con fósforo blanco cortesía de la Israeli Air Force. Mi alma es algo que el fuego no puedo consumir. Dios, qué hicieron con el sello de Salomón. Pusieron ese sello en misiles, tanques y aviones de guerra. Soy el espectáculo sangriento para el mundo entero. Soy el blanco perfecto para la CNN. Soy útil para tu guerra rentable. Soy la sangre que suma votos. Soy el enemigo satánizado. Ya falta poco. Unas cuántas bombas más y tendrás los votos necesarios. Soporto todas tus palabras-misiles en mi piel-oídos como si fuera Vietnam arrasado por los bombarderos B-52 más un detalle mortal de cortesía: napalm.

Eso no es todo.

Empieza la cuenta regresiva: nine, eight, seven, six, five, four, three, two, one, zero. Miro tu rostro que gesticula con tanta energía y, en una metamorfosis hermosa, tu rostro va adquiriendo el color luciferino de tus cabellos. Hay una bella topología en todo esto. Tu fisonomía ha cambiado tanto, honey. Ahora eres Devil, Teufel, Satán, Lucifer, Mefistófeles, Quetzaleoatl, Mara, Seth, Pan, Arimán, Belcebú, papi. Y te has olvidado de todas tus lecturas del DHAMMAPA. Te has  olvidado de Ese dedo meñique, ese libro(de la ex-miss Perú) que me lo has enviado directamente a mi cara como un misil tele-dirigido adjuntando, además, una tarjetita color pantera rosa donde has escrito: mete ese dedo meñique a tu culo. Todos los peluches de tu habitación se han convertido en una especie de Chucky. Has sacrificado mi camisa preferida Thomas Pink; mi camisa dominguera, blanca, nueva; que ahora está rota y tiene muchos nudos que ya se parece a una obra de arte del poeta-novelista-pintor-escultor Jorge Eielson. Has convertido mi camisa en arte. Pero te has confundido mi amor con el autor del libro que te recomendé.

— Tu camisa Thomas Pynchon me llega al pincho — dijiste. 

Eres Peligrosa. Pelirroja en plena dinámica caótica. Pelirroja. Peli-roja. Peli-rosa. Pe-li-gro-sa. Hay tanto fuego en tu rostro, baby. Tus ojos se han convertido en los faros luminosos del infierno. Tus labios de Angelina Jolie—pero originales—se han transformado en un volcán salvaje que dispara lava de Krakatoa.

Y te miro en silencio, mi amor. Sólo en silencio. Ignoro tus gritos de niña consentida en pleno berrinche. Ignoro todos tus misiles y no escucho a pesar de escucharlos con todas sus sílabas y ecos. No acepto tus regalos: siguen siendo tuyos. Y te miro. Estás frente a mí, bella y caótica, lanzando tus misiles sin tregua. Estoy calato frente al coche bomba rojo que acaba de estallar. Te puedo ver ardiendo. Miro la hermosura de tus pechos mientras me mandas tus misiles-insultos. Me has reducido al estado de sois jeune et tais tois

Ahora, antes del fin, debo terminar esta historia revelando la razón de su rojo enojo. Tenía sexo con la pelirroja. Hacíamos la pose 69 y le dije, en un respiro de cunnilingus, te amo Miluska. La pelirroja, sin embargo, se llama Anne.


(CUENTO DEL LIBRO JIM FUK YU/borradores/TRUJILLO/2005)

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