Hoy, 10 de octubre es el 362 aniversario de la ciudad de Lamas. Aunque eso de contar los días pierde sentido en el tiempo del corazón. Hoy es un día diferente y especial(como todos los días). Hoy es un día único como es el cielo de Lamas cada día: una singularidad colorida. El cielo de Lamas me atrae mucho. Demasiado. He pintado el cielo de Lamas cuando era niño. He aprendido del azul y sus matices, del fuego rojo de los ocasos y del violeta místico que da la bienvenida al mundo de la noche. Cielo de Lamas y de todos. Lo he mirado en los amaneceres y en los ocasos, lo he dedicado poesías anónimas y silenciosas. Es el cielo y yo. Hay una rica vivencia por cada día y por cada cielo. Después de todos estos años lo sigo pintando. Lo evoco con mis colores y cantos. El cielo de Lamas es como si todos los días tuvieras una exposición de pintura de un arte místico en el cielo. Hay un artista celestial en el cielo. Hay un maestro del color. Cada día te sorprende y, a su modo, te enseña. Hay algo mágico en ese cielo. Invita a volar(no piensen en algo verde, eh...) y a desarrollar tu observación. Invita al interior. Al viaje interior.
Hay muchas costumbres en Lamas. No en vano la ciudad es denominada la Capital Folclórica de la Amazonia Peruana. La ciudad vive en modo fiesta casi todo el año y eso es, en mi opinión, muy saludable. Muchas fiestas, en esencia, tienen bastante relación con la naturaleza. Con esa pertenencia a los orígenes y, hay que decirlo, tienen también su dosis mística. Hay también muchos chistes y bromas que nacen de los pobladores. Después de todos estos años maravillosos, creo que de Lamas se puede decir también que es una ciudad mística. No uso el adjetivo místico de manera poética, sino en el sentido(misterio) propio de la palabra. LAMAS, CIUDAD MÍSTICA.
Las mujeres siempre son un misterio. Y es hermoso que sea así. En mi opinión(vivencia) no espero comprender a las mujeres, sino amarlas. Eso es todo. Cada mujer es un universo. Me han criado mujeres, como mi madre y las abuelas. Mucho he aprendido de ellas. De la abuela paterna, he aprendido a decir las cosas tal y como son, la franqueza por delante, una especie de nihilismo y también a disfrutar de la soledad y el silencio. De la abuela materna, la sencillez, la mirada silenciosa y la palabra en acción. He pasado mis primeros años a la orilla de un río al cuidado de la abuela materna y de mis padres. En mi adolescencia he dedicado muchas tardes, después de entrenar mi deporte favorito, a moler el maíz para la chica (con hojas higo, endulzado con chancaca y otros secretos) en la casa de la abuela paterna. Esa chicha tenía un sabor que ya no he vuelto a probar hasta ahora. Y creo que eso ya no sucederá. Así es la singularidad del sabor único. La chicha de mi abuela la consumía casi todas las tardes. Qué delicia. Así me recuperaba de todo el esfuerzo físico del entrenamiento. Ella, prácticamente, preparaba la chicha para mí. Sólo tenía que moler el maíz en su casa sencilla, de mujer solitaria y espíritu libre. Gracias abuela.
En Lamas he pasado mi niñez. Y así debió ser. No todos tienen esa gran oportunidad que da el universo. He vivido muchas horas trepándome a los árboles como si fuera un barón rampante(leer la obra de Italo Calvino, mi libro favorito, para entender el asunto). Me he caído varias veces de los árboles. Algunas caídas graves pero de buenas enseñanzas. Mi madre me ha llevado a la huesera muchas veces y me han curado con resinas de árboles las fracturas y heridas. Me han curado también con plantas medicinales otras enfermedades. Incluso hasta ahora prefiero esa vía natural de curación. Pasaba las tardes, en esas temporadas de noviembre-enero, comiendo magos entre las ramas y mirando el cielo. Había siempre una clase de fruta por temporada. El sabor del mango, por ejemplo, era único y, sobre todo, gratis. Me gustaría describir más los detalles. Pero esta experiencia, de trepar los árboles es, y no hay otro modo, sólo para vivenciarla. Me ha picado(la palabra es ortigado) la bayuca pollito como cinco veces también(no recomiendo vivenciar esto). Es un dolor que no es de este mundo. A pesar de todo las caídas y dolores nunca he dejado de trepar los árboles. Son mis hermanos verdes. Concluyo esta sección, ociosos lectores, diciendo que todo niño tiene derecho a trepar los árboles. No importa lo que diga el ministro de educación. Esos burócratas y cojudos no saben nada de las artes mágicas de trepar los árboles, pero si son tremendos trepadores del sistema. Tontos. Se pierden una vivencia fundamental.
Los juegos infantiles en la selva, al menos en mis tiempos, no tenia nada de infantiles. Esto había que explicarle con detalle, pero ahorita no quiero. Esta parte merece muchas páginas para escribir y desarrollar historias divertidas. Los juegos infantiles, en la selva, eran salvajes y actos iniciáticos. Había que mantener también cierto código de honor si uno quería participar en ciertas luchas infantiles. Nada de ir a llorar con mamá, nada de acusar, nada de llevar soldaditos de plástico, nada de estar quejándose. Recuerdo que cuando nos visitaban mis primos de Tarapoto, algunos terminaban llorando de dolor y otros aguantaban los chichones y caídas de la guerra. Lo siento, queridos primos, la lucha era así y yo nada podía hacer mas que jugar y estar en ese estado del aquí y el ahora. Creo que era un cambio muy radical para ellos después de jugar con soldaditos de plástico y a las escondidas en un mundo urbano de concreto armado como es Tarapoto. La selva y sus árboles son otro mundo, otro universo y otra dimensión. Y así debió ser esas luchas. Todo lamisto, probabalemente, ha jugado la terroneada o la ligueada o un carnaval singular. A mi me encantaban esos juegos. Incluso juego los carnavales cuando visito Lamas. La terroneada ya no puedo jugar, creo que ese juego se ha extinguido. Qué pena. No voy a describir esos juegos ahora, sólo diré que todos han sentido el dolor de una lucha y la adrenalina de la aventura. Y seguro muchos amigos(y enemigos de juego) me recordaran en esas luchas bélicas. Hay más cosas. Muchos juegos que puedo recordar. Los juegos son importantes para mí. Escribiré de esto en otra ocasión.
Sobre el asunto místico no escribiré nada. Ese mundo no es para verbalizar, sino para experimentar. El que habla no sabe y el que sabe no habla; para citar algo de Lao Tse. No creas, no pienses, sólo experimenta y obsérvate. Chau. Feliz aniversario.
Nota importante. Las fotos son de muchos amigos y lamistos, grupos de facebook y artistas locales. No hay nada de aprovechar su autoria en esta publicación, sino su talento y observación. Ya me daré tiempo para los créditos.
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