miércoles, 27 de mayo de 2015

LIBRUTA ÑAWINCHASHPA YACHAKUSHKANI

LIBRUTA ÑAWINCHASHPA YACHAKUSHKANI
(Lo aprendí leyendo un libro)


Uno de los países que está en mi corazón, y que jamás lo olvidaré, es el  país de la infancia. Los otros países son algunos libros. El destino, o lo que sea, puso la fuerza necesaria para que mi niñez y mi adolescencia transcurriesen en la selva. Así que parte del viaje de mi vida transcurrió entre árboles. Por eso digo también que soy de patria verde y no me identifico con ninguna otra cosas más que esa patria. Pues es un asunto del corazón. Eso de identificarse con algo, además, ya sea alguna ideología o idea, credo o algún sistema de ideas, causa problemas, terribles estragos en el espíritu y una perdida valiosa de tiempo que puede ser aprovechado para crecer y conocerse. El asunto es profundamente simple: sólo el aquí y el ahora. 


Todo niño tiene el derecho a tener una infancia feliz. Nadie, ni siquiera sus propios padres, tienen el derecho de hacer lo contrario. Cualquier violación de ese derecho debe ser considerado un verdadero delito, pues está poniendo en riesgo el futuro para un mundo mejor y feliz. 

Tuve la oportunidad única, o quizás la suerte, de aprender a leer con los cuentos de Francisco Izquierdo Ríos. Chay kwentuta parlachikuptin sukaman tukuy pi asikun(cuando él cuenta un cuento, todos se alegran). En Lamas uno crece escuchando Quechua y algo aprende. Hay muchas historias que uno escucha de niño, historias de deidades, duendes y seres exóticos del monte. Pero leer esas historias era algo maravilloso pues uno vivía en el escenario donde ocurrían: la selva. Por esa época, la Dirección Regional de Educación tuvo la grandiosa idea de elaborar un material de lectura, llamado el Canto del Paucar, para el nivel de educación primaria. Tengo hasta ahora, en mi memoria, esos cuentos que desarrollaban en la selva viviendo yo en la selva(qué maravilloso) o la voz de la profesora leyendo en clase mientras todos escuchaban maravillados y en completo silencio. 

Estoy de acuerdo con Pitágoras cuando dice: El comienzo de la sabiduría es el silencio. 


Los otros países son algunos libros inolvidables y la pintura. Quizás también hay otros países por conocer más adelante: nuevos libros que están por llegar o algunos cuadros por pintar. La pintura me hace bien. Más aún que ahora volvió mi estado de llanero solitario, es decir, mi naturaleza.

Recuerdo a mi mamá o a mi papá comprándome libros o trayendo libros prestados de la biblioteca para que los leyera en un tiempo determinado. Son lindos recuerdos. Algunos libros los conservo desde la infancia en mi biblioteca personal.

Me gusta leer. No he perdido ese habito y no pienso perder esa costumbre hasta los últimos días de mi viaje. Muchas cosas he aprendido de los libros. Aunque mamá, después de todos estos años, ahora me dice que ya no este comprando más libros. Confieso. No la estoy obedeciendo. 

Recuerdo la biblioteca de papá y la libertad que tenía para leer el libro que quisiera y, sobre todo, el libro que me gustaba. Pues hay que leer algo que nos gusta. Eso es muy importante. La pintura ocupaba gran parte de mi tiempo también. Era una actividad mágica que encajaba, perfectamente, con mi naturaleza de niño solitario. Sí. En un principio era un niño solitario, acostumbrado a construir solo estructuras en los árboles que yo llamaba mi base. Lo de solitario no duro mucho, pues mamá tenía sus maneras de socializarme. Por ejemplo, matricularme en una academia de fútbol, que no tuvo éxito en mí, o en una academia de marinera(algo ya señalaba que iba a viajar a otra ciudad pronto) que me aburrió solo en dos días dando tanta vuelta en forma de 8. No es que no me guste el baile, pero prefiero la salsa y la lambada, son más honestas y me permiten una verdadera comunicación, la marinera da mucha vuelta, en realidad siempre me sueño bailando con una pareja perfecta, alguien que baile con el alma...Bueno, yo me entiendo. Lo que nunca me aburrían eran los libros de matemática, era otro sabor y eso también es otra historia. 

(Hay casos en que nosotros los psicólogos somos como caballos y nos ponemos inquietos: vemos nuestra propia sombra oscilar arriba y abajo delante de nosotros. El psicólogo tiene que apartar la vista de para llegar a ver algo---Nietzsche, Crepúsculos de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo)

Subir a los arboles era siempre una aventura, aunque eso tuvo varios riesgos: me caí varias veces de los arboles y mamá me llevaba a otra tortura: la huesera del pueblo que, a pesar del dolor de sus practicas, era efectiva en sus curaciones. Por costumbre yo terminaba enyesado(tablas de madera, una masa elaborada en base de una resina de un árbol y vendas) una vez al año, especialmente en vacaciones, la época en que más subía a los arboles. Pero algo que sí causaba verdadero dolor, y lo digo por experiencia, era la bayuka(ishankakuk o bayuka pollito), ese gusanito simpático cubierto de pelusa que produce dolor al contacto con la piel(ortiga) y que puede ser un buen regalo para la gente jodida. Sin bromas, el dolor que causa ese gusanito es horrible, es como si te cortaran con un cuchillo y te pasaran corriente eléctrica al mismo tiempo. 

Tuve varios encuentros del primer tipo con el famoso gusanito en los árboles. Pero ha pesar del dolor era necesario para mí trepar a los árboles por las tardes después de venir de la escuela. El gusanito no iba impedir eso. No me imaginaba mi niñez sin subir a los árboles, seria una vida demasiada monse y urbana. Tiempo después, en una ciudad costera (Trujillo), descubrí un libro hermoso, El barón rampante, que nuevamente me trajo a la memoria el mundo encantador entre las ramas de los árboles. Gracias Italo Calvino. Dios, qué libro tan maravilloso. Sí, tuve la oportunidad de conocer ese país del barón rampante. 

Nos vemos. Tengo que dormir temprano. Trato de curar mi insomnio. Adiós escasos lectores. Ah...abran sus corazones. 

Nota. En la primera foto aparecemos yo y mi hermano disfrazados de brujo. Era el preludio del destino inexorable, una señal(risas). Ahh, escribir es también para mi una terapia. No me interesan los lectores, escasos en la actualidad. Chao.

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