domingo, 14 de junio de 2015

SOBRE LA IMPERMANENCIA Y APUNTES DESORDENADOS DEL DÍA



Ni tus peores enemigos pueden hacerte tanto daño, 
como tus propios pensamientos.
Buda.

La mente es muy difícil de percibir, 
extremadamente sutil, 
y vuela tras sus fantasías. 
Una mente controlada lleva a la felicidad.
Buda.

Existe un desorden en mi habitación y su existencia, o naturaleza, se debe, principalmente, a mis ganas de no tener ganas, a esa costumbre de ubicarme con total maestría en mi desorden o percibir cierto orden dentro de mi desorden. Esas ganas de no tener ganas no reflejan, de ningún modo, una falta de energía, es todo lo contrario. Mi energía se manifiesta caótica-mente, tiende a disiparse-manifestarse en actividades  como la (re-re-re)lecturas de obras exquisitas, estudios personales de física teórica, matemática, hacer el amor-sexo sin hacerlo, pinturas, digerir poesía, escribir en la mente, silencio, cometer errores, proyectos inconclusos, viajes sin viajar, pero sobre todo (auto)aprender y (auto)aprender, en fin, conocerse cada día...dánoslo hoy. 

Estoy, pues, conviviendo con una alta entropía que se manifiesta, concretamente, en el espacio de mi biblioteca-habitación con libros en el suelo, libros abiertos de páginas amarillentas donde se quedó estancada alguna lectura o historia nada anodina, apuntes con formulas de la electrodinámica clásica, dibujos, esquemas o las ecuaciones con los brackets de Dirac, lapiceros de color o besos sin besos(no es poesía)Es cuando me viene a la mente también esa frasecita inoportuna y nada contrastable a mi situación: querer es poderMentira. Hacer es poder. Lo de querer es una etiqueta inútil, gratuita. Pues todo el mundo quiere esto y aquello, quiere y quiere. También he anulado totalmente de mis actividades esa costumbre de querer ayudar por la sencilla razón de ayudar por ayudar, de preocuparme por los demás, aunque no sería exacto decir preocuparse, empatía se acerca más al asunto. Quizás la frase, aunque no precisa, sería también que me he vuelto egoísta. Lo cual es, desde de un punto de vista de iniciado al universo del mundo interior, muy saludable.  O, si se quiere, sólo he tomado la decisión de alejarme de personas tóxicas. Aquellas personas que se quejan constantemente por nada o por todo. Aquellas que viven del pasado o esperan un futuro que nunca llega. Aquellas que buscan excusas para justificar sus actos con la ridiculez.  Aquellas que esperan la vida después de la muerte sin vivir antes de la muerte. Aquellas que leen los periódicos o miran mucha televisión y llenan sus mentes con noticieros de crímenes y tonterías faránduleras que sólo los periodistas más idiotas(casi todos) saben  transmitir. Aquellos juzgadores y moralistas de vidas ajenas, aquellos que calculan el valor de todo y no conocen el valor de nada, como las cosas sencillas, una sonrisa por ejemplo. Aquellos que manipulan emocionalmente y usan todos sus recursos de personalidades variables para causar lástima o hacerse la víctima, es decir, ponen en práctica una manera sutil del ego. Hay más cosas que caracterizan a la toxicidad  en estos tiempos de aldea global que puede llegar a tomar magnitudes radioactivas, como la estupidez que hacen los políticos constantemente. 

Sí. Yo promuevo mi aislamiento voluntario y consciente como un barón rampante urbano y a cambio prefiero la vida social de buenas conversaciones con los gatos, tener una tertulia con un árbol, comer mandarina bajo el Sol sentado en una banca mirando las aves en algún parque como todos los parques y recibiendo algo de vitamina D(ios). Sí y sí. Prefiero conversar con los niños mirándolos a los ojos y hacer bromas a cambio de sonrisas. Prefiero estar conmigo la mayor parte del tiempo. Prefiero escuchar música sin decir nada o hablar mucho como los fans. Prefiero ser deportista a ser hincha idiota con el uniforme de su equipo y su orgullo clásico, o prestado, de asuntos pasajeros y fútiles. Prefiero caminar y seguir trayectorias con saltos cuánticos donde la imaginación se expanda. Prefiero ir a la playa y correr sintiendo la magia de la arena bajo tus pies. Prefiero consumir poesía y olvidarme completamente de mí.

No escribo para un lector en particular. Ni siquiera escribo para mí. Lo que pasa es que uno tiene la inevitable manía de observar y, en cierto microsegundo, casi inexistente, tentar representar un estado de permanencia sabiendo, con toda seguridad, que la impermanencia es una verdad que se sostiene por sí misma. Es decir, y esto no lo escribo con ganas de joder, o quizás sí, su evidencia es autoevidente.  

Chao. Ahora voy a ordenar mi biblioteca-habitación-mente.

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