LAS TECNOLOGÍAS RELIGIOSAS
Dice la vieja sanadora del alma: No duele la espalda,
duele la carga. No duelen tus ojos, duele la injusticia.
No duele tu cabeza, duelen tus pensamientos. No duele
la garganta, duele lo que no se expresa
o se expresa con enojo. No duele el estómago,
duele lo que el alma no digiere. No duele el hígado,
duele la ira. No duele tu corazón, duele el amor. Y es él,
el Amor mismo,
el que contiene la medicina más poderosa.
(Fuente: lo estoy investigando)
Me levante más temprano que de costumbre. Comí algo de diez naranjas y disfruté de cada una de ellas como si fueran las últimas naranjas del planeta. Son naranjas de la selva, de la región de Juanjuí. Lo sé por el sabor. Lo recuerdo desde siempre. Prefiero también comer las naranjas como siempre lo he comido. No uso ningún instrumento para sacar el jugo más que la boca. Se siente como el delicioso sumo entra en el cuerpo y llega al estómago como diciendo yo te voy a curar. Hay una frescura y una luz en el sumo de naranja que es como un Sol derretido. Y lo es en realidad. Después de una hora comí un plátano y dos duraznos. Sonrío y me acuerdo de las locuras. Todo alimento debe ser comido con calma. Hay que masticar bien los alimentos. Disfrutar de su textura y sabor. Comer es, en esencia, una oración. El plátano tiene buenos minerales para el cuerpo y ayuda a las personas con mal humor. No es que tenga mal humor. Y, más tarde, comí tres mandarinas. Estoy en silencio. El Sol está en su punto medio.
Hoy también fue un día soleado. Salí a correr a eso del medio día en el parque donde no hay ninguna alma pero sí hermosos árboles de eucalipto. Esta vez corrí un poco más que ayer. Sentí mi respiración o quería sentirla conscientemente. Respiraba y visualizaba Presto mucha atención a la respiración, pues así la dinámica de la mente, simplemente, se aquieta. Es una tecnología que practico con mucha frecuencia. Pero no crean en mis palabras. Todo esto debe experimentarse. Las palabras no sirven en este caso. Cada uno debe adquirir su experiencia. La vivencia es fundamental. También he sentido más los músculos de las piernas. He escuchado el canto de unos pájaros. Correr es una forma de meditación (escribir o pintar también).
Esa costumbre inútil de describir los acontecimientos del día. Incluso cuando ocurren cosas anodinas. Las sensaciones del cuerpo, las emociones, los recuerdos, las observaciones, los sueños y los estados donde, simplemente, no ocurre nada y la mente se aquieta. Entonces uno se observa a uno mismo o es testigo de sí mismo. El panorama es cualitativamente diferente en ese estado. La realidad también se manifiesta. ¿Qué es la realidad? No sé. En este cuerpo hay una realidad y tiene sus limitaciones. Pero no nos observamos. No estamos activos y en guardia. Atentos. Lo último es un trabajo que, en el mejor de los casos, debería tener una frecuencia, pero la frecuencia es nula. La observación requiere que alguien te recuerde. Ese alguien debe ser desarrollado, observado y profundamente invocado. Pero todos somos incróspidos. Perdidos y sin centro, sin punto medio, divididos o, si se quiere, sin el trabajo diario. Hay cierta actividad mecánica que nos somete. Estoy borracho. Hay muchos sobrios alrededor.
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