(PAPEPAVAS - pbc ediciones)
Centro histórico de la ciudad de Truxillo, 2019. PAPEVAVAS. Un libro, recién salido del horno, caliente, humeante y provocador llegó a mis manos la noche del sábado 16 de marzo.
No fue una noche cualquiera. Nunca es una noche cualquiera. La poesía y la música son siempre atractores universales para espíritus receptivos y libres. Todo se configuró esa noche. Habían poetas y patas, musas y amantes, astronautas y arquitectos, demonios y ángeles. Quizás también dealers, extraterrestres, tiburones, feministas, ninfómanas, enganyados y horneados(me incluyo).
El propio arquitecto, Gonzalo Del Rosario(Gonza), me presentó su nueva nave espacial con todo el cargamento incluido. Muchas experiencias de estados alterados que transcurren en mundos urbanos, rurales y otras geometrías. Relatos que pueden ser contrastados por los mismos patas de Gonza(me incluyo). Las historias; en su forma, contenido y vuelo; atrapan de principio a fin. Yo me he divertido mucho con el viaje en la nave espacial. Y lo que produce alegría es, por lo tanto, humano, positivo y también espiritual.
Gonza es también un artesano que busca(y encuentra), suda la gota gorda, lo cristaliza o lo vaporiza. El escritor está constantemente experimentando, se introduce por senderos inusuales, es un corresponsal de guerra a su manera y un astronauta de historias espaciales. Sus instrumentos son diversos.
Cuando leo un libro que me interesa mucho suelo aplicar, digamos, el método de lectura ingeniería a la inversa. No te estoy jodiendo querido lector. Me explico. Es como si uno tuviera una tecnología extraterrestre en sus manos y quiere saber cómo funciona ese mecanismo. La forma cómo fue construida. La función de cada pieza. Y, de esa manera, se aprecia el trabajo final. Trato, pues, de procesar(apreciar) la forma y el contenido(casi al mismo tiempo) en mis lecturas. Pavepavas ofrece esa oportunidad y también varios recursos interesantes. En ese sentido el lector atento también notará que un buen libro siempre es un maestro, casi un ser vivo.
Las singularidades en el espacio-tiempo literario, como ven, existen. Llegan como saltos cuánticos, distorsionan la geometría literaria establecida, nos regalan una calidad de tiempo (literario) único y, sobre todo, convierten nuestras vidas en estados bacanes de consciencia. Sí, estoy agradecido.
No sé lo qué es literatura. Yo no pierdo mi tiempo en esas interrogantes bizantinas. Nicagando. Pero estoy convencido que, sea lo qué sea esa cosa, tiene que provocar una ruptura en la rutina del continuo.
Los que verdaderamente disfrutan de la literatura están sumergidos en un estado cuántico de superposición de realidades posibles. Por lo tanto, todo dependerá del lente con que se mire y de la naturaleza-calidad del observador para adquirir cierto estado. Ahora, los que disfrutan(y se queman) creando literatura, es otro asunto. Pocos, muy pocos en realidad, saben lo que es hacer artesanía con puro fuego. Por lo tanto: una cosa es hablar de la guerra y otra, muy diferente, es estar en la guerra. Los poetas y los guerreros espartanos saben a lo que me refiero.
La lectura de Pavepavas, en mi opinión, es también un testimonio singular que, en manos de un maestro inteligente, puede ser bien aprovechado como material (especial) de lectura y como generador de debates. Repito, un maestro inteligente. Hay cierta psicología interesante en los personajes que nos ayudan a conocer y tolerar el mundo del otro. Por eso afirmo que todo depende de la calidad del observador y de su capacidad de sumergirse en las posibilidades. Lo último es también una de las características que ofrece la literatura.
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